Capítuo XVI
Mansedumbre
1.
Jesucristo es el modelo de todas las virtudes; pero especialmente de la
mansedumbre; y por esto
nos dice: Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón.
2.
Seamos mansos pues; no solo en el fondo del espíritu sino también en los actos
exteriores. No digo que seamos inaccesibles a la cólera, porque esto no está en
nuestra mano, sino que no la consintamos. Es propio del hombre, dice S.
Jerónimo , sentir los impulsos de la ira, y es propio de un cristiano no
dejarse vencer de esta pasión.
3.
Según S. Bernardo, si el cristiano no tuviese quien le molestase , debería
buscarlo con solicitud y pagarlo a peso de oro, para tener ocasión de ejercitar
la paciencia y la mansedumbre. Si lo encuentras sin que nada te cueste, aprovéchate
de ello, para el ejercicio de tan estimables virtudes.
4.
Será muy del caso hacer los pactos que S. Francisco de Sales hizo con su
lengua, esto es, que nunca hable cuando el espíritu esté encolerizado. Te parecerá
estando en cólera, que hablarás sin exceder los límites de la razón; pero en la
práctica será harto diferente. El que está poseído de la cólera, no puede ser
buen médico para la corrección de los demás, por cuanto él mismo es un enfermo
que necesita de médico y de medicina. Aun cuando sea urgente el precepto de la
corrección fraterna, es del caso aguardar la ocasión oportuna de la tuya o
ajena tranquilidad; de otra manera el remedio seria funesto al mismo enfermo.
5.
Así pues, antes de instruir y corregir al prójimo que ha delinquido, pide á
Dios que hable al
corazón
de aquel a quien tienes que reprender.
6.
Advierte empero con Santo Tomás y S. Gregorio Magno, que si el prójimo abusa de
tu mansedumbre y dulzura, tienes derecho de hablarle francamente y reprimir su
atrevimiento: por lo que dice el Espíritu Santo: Responde al necio según su necedad , para que no se tenga a sí
mismo sabio. La corrección es una
medicina que debe proporcionarse a las necesidades del enfermo.
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