Capítulo XV
Celo
1.
El celo de la salvación de las almas es una virtud sublime. Sin embargo son
innumerables los errores
y pecados que se cometen bajo el especioso título de celo.
Nunca
se obra el mal con mas serenidad, según S. Francisco de Sales, como cuando se
cree equivocadamente obrar por la gloria de Dios.
2.
Aún los mismos santos se preocuparon tal vez en tan delicada materia, como lo
notamos en
los
apóstoles Santiago y S. Juan a quienes reprende el Señor porque querían que
hiciese bajar fuego del cielo contra los samaritanos.
3.
Examinemos por lo tanto con atención el sello de esta excelente virtud, porque
mas son las
monedas
falsas que las verdaderas. El celo es a veces imprudente, presumido, injusto y
áspero. Examinando tales desvíos evitemos los excesos que frecuentemente se
cometen acerca de este punto.
4.
Rara es la familia que no tenga su espina, así como ningún campo deja de
producir alguna
mala
yerba. El celo. imprudente, so pretexto de arrancar la espina, no pocas veces
la empuja más enconando más dolorosamente la llaga. Debemos pues reflexionar
con prudencia: que hay tiempo de hablar y tiempo de callar, como dice el
Espíritu Santo. El celo según la prudencia habla solamente cuando conoce que de
hablar debe resultar mayor utilidad que de callar.
5.
Explayan otros su celo proponiendo reformas en las familias ajenas, suscitando
rivalidades y disgustos,
de lo cual resulta que el remedio, por no ser prudentemente administrado, es
peor que el mismo mal que se pretendía curar. El celo más importante, dice San
Bernardo, es la reforma de nosotros mismos, y rogar á Dios para la de los
demás. Es gran presunción meterse a apóstol en casa ajena, aquel que no tiene
suficiente disposición para ser buen discípulo en la propia. No Se prohíbe
celar el bien de los demás, pero se reprueba el hacerlo imprudentemente.
6.
Otros también por celo quisieran que todo el mundo se conformase con sus
prácticas de
piedad.
El devoto de la pasión del Señor o del adorable Sacramento, quisiera que todos
pasas en largas horas a los pies del Crucifijo, o de Jesús sacramentado. El que
visita enfermos y hospitales, desearía que todo el mundo practicase iguales
visitas. Este celo no es ilustrado.
Marta
y María aunque hermanas, dice S. Agustín, la una se dedica a la contemplación y
la otra al trabajo: si entrambas se hubieran dedicado a la contemplación,
ninguna hubiese cuidado de disponer la comida para Jesús y sus discípulos; y su
contemplación obligara a su Maestro al ayuno.
7.
Lo propio debe entenderse de las demás obras de piedad. Siga cada uno el
impulso de la gracia de Dios que se comunica bajo mil formas: el ojo que ve y
no oye, no debe quejarse de la oreja porque oye y no ve. Alabe todo espíritu al Señor, dice el Profeta.
8.
Considera siempre como falso el celo que te aconseje aquellas acciones que,
aunque luminosas, no son conformes con tu estado, y producen desobediencias,
desazones ó incomodidad en la familia. Dios reprueba hasta las cosas más
santas, cuando son incompatibles con los deberes de nuestro respectivo estado.
9.
Reprendió S. Pablo a aquellos cristianos que se gloriaban de sus maestros y
directores con intempestiva preferencia, ensalzando este a Pedro, aquel a
Pablo, y quien a Apolo. ¿Por ventura, les
dijo, está Cristo. dividido entre vosotros?
¿ Por ventura ha sido Pablo crucificado por vosotros? ó ¿habéis sido tal vez
bautizados en su nombre?
10.
Esta culpable debilidad se observa repetida en muchas almas, de otra parte virtuosas,
que por ensalzar a sus directores como los mas santos y doctos, no reparan en
deprimir a los demás.
11.
Cada cual es lo que es delante de Dios; y nosotros no tenemos las balanzas del
santuario para examinar el peso de la santidad e inteligencia de los otros. Si tienes
un director recomendable, obedécele y respétale, dando gracias al Señor, Sin
propasarte a juzgar del mérito ajeno. EI defraudar las alabanzas que otro
merece, es una murmuración tanto mas de temer cuanto menos temida.
12.
Sí vuestro celo es amargo, dice Santiago, no es la sabiduría que viene de
arriba, sino terrena, animal, diabólica. No olviden estas palabras del Apóstol
aquellos que profesando devoción, ceden fácilmente á la cólera, y se muestran
ásperos en sus maneras, por cuyo motivo se les llama proverbialmente: Santos en plaza y diablos en casa.
13.
Será tanto más laudable el celo a proporción de lo que fuere sufrido y amable;
pues siendo hijo
de la caridad, debe asemejarse a su madre, de la cual escribe S. Pablo que es
paciente, benigna y no ambiciosa ni interesada.
14.
Vuestro celo, dice S. Francisco de Sales, no ha de precipitaros a corregir a
los demás, pues la
corrección ha de ser inseparable de la oportunidad. Difiriendo la corrección
queda tiempo para hacerla; y corrigiendo intempestivamente, empeoramos el mal
que nos proponíamos curar.
15.
Cela en cuanto sea dable el bien del prójimo; pero, siguiendo la doctrina de
los Santos Padres, tenga tu celo la verdad por basa, la compasión por compañera, la dulzura por guía, y la prudencia por maestra directora.
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