Capítulo XIV
Caridad
1.
Según nos enseña nuestro Redentor Jesucristo, sus discípulos serán conocidos
por la mutua caridad, la cual nos hace amar el prójimo, en Dios y la criatura
en el Criador. El amor de Dios y del prójimo son dos ramas que proceden de un
mismo tronco y tienen la misma raíz.
2.
Socorre al prójimo en sus necesidades del modo que pudieres y según tu estado,
aconsejándote con las leyes de la prudencia: en lo demás suple el buen deseo.
3.
Aunque te hubiere ofendido tu prójimo, no deja por esto de ser imagen de Dios y
tener a
Dios
por último fin; motivo por el cual debes amarle. Aun cuando sea indigno de
perdón el que te agravió, no Io es Jesucristo, que te ha perdonado ofensas
mucho más graves.
4.
No está en nuestro arbitrio evitar un sentimiento de repugnancia hacia aquel
que nos ha
ofendido;
pero el sentir no, es lo mismo que consentir. Cuando se nos manda amar al
enemigo y
al ofensor se entiende que ha de ser con amor espiritual nacido de la fe; pero
no con el apetito sensitivo.
5.
La prohibición del odio interno y de las demostraciones exteriores contra los
malvados y los
enemigos,
no se opone a la debida cautela que dimana de una bien entendida prudencia. La
caridad cristiana nos guía á amar, y aun a hacer bien, en caso necesario, a
nuestros enemigos; pero no a proteger a los malvados ni a exponernos nosotros
mismos, ni la inocencia y sencillez de los demás a su engañosa malicia. Sed sencillos como las palomas, dice
Jesucristo, pero también prudentes como las serpientes.
6.
Compadécete de tu prójimo, y no atribuyas siniestra intención a sus actos. Una
acción cualquiera , según S. Francisco de Sales, puede considerarse bajo cien
aspectos; el alma caritativa la mira por el lado más hermoso , y la viciosa por
el más feo.
7.
Es muy difícil que un verdadero cristiano incurra en juicios temerarios, esto
es, que juzgue y
condene
al prójimo con certeza de juicio sin justos motivos. Por lo regular son
sospechas o temores para los cuales Se requieren motivos mucho más débiles.
8.
Es lícita la sospecha cuando se propone por objeto una prudente cautela. La
caridad cristiana se opone únicamente a la malicia del juicio, mas de ningún
modo a la vigilancia y al recelo.
9.
No solo es lícita sino quizás obligatoria, la sospecha en los que ejercen algún
dominio sobre los otros, tales como los padres y amos sobre sus hijos y
criados, cuando se trata de curar un mal existente o de prevenir el que se teme
con fundado motivo.
10.
No confundamos empero tampoco el temor con la sospecha. El temor es una pasión
que
está
en nosotros, independiente de, nuestra voluntad; y la sospecha es un acto
voluntario del entendimiento.
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