Capítulo XXVI
Perseverancia en
la práctica de estos documentos
1.
El que ha escrito estos documentos no tiene en ellos la menor parte,
habiéndolos recopilado de lo que dictaron los santos más ilustrados y maestros
de la Iglesia, por cuyo motivo son muy seguros. No vaciles, pues, en el
concepto que de ellos hayas formado, y en practicarlos.
2.
Si te aplicares todo cuanto lees u oyes en los sermones, nunca conseguirás el
sosiego del alma. Estos te dirán a la diestra, aquellos a la izquierda, dice
san Francisco de Sales, pues aunque es una sola la doctrina, son diversos los
maestros y escritores. Fáltales a unos la necesaria extensión de doctrina, a otros
la práctica, a otros la bondad, claridad y precisión. Los mas, hablando a la multitud,
suelen dar una señalada preferencia a la materia de que tratan, como
la mortificación, el ayuno, la penitencia, sin explicar el modo de practicarlo,
ni las causas de una justa y necesaria dispensa, por ser esto las más veces relativo
de cada persona.
3.
Sin dejar de apreciar pues debidamente todos los ministros del Señor, y de
respetar los libros buenos, arregla no obstante tu conducta según el dictamen
de tu director y del que te aconseja según la ciencia de los santos.
4.
Con este motivo dice san Francisco de Sales, que para director y consejero debe
elegirse a uno entre diez mil, y sujetarse luego invariablemente a sus
dictámenes.
5.
Sin esta convicción, solo hallarás en los libros y sermones un manantial de
dudas e inquietudes, en grave detrimento de tu alma, aplicándote lo que no es
para tí.
6.
No olvides nunca lo que solía decir S. Felipe Neri, que apreciaba aquellos
libros cuyos autores comenzaban por una S, esto es, Santos, con tal que también
fuesen doctos, por cuanto Dios suele iluminarlos de un modo especial.
7. Siguiendo estos documentos tendrás por segura
guía y director no al que los ha recopilado sino a S. Agustín, Sto. Tomás, S.
Felipe Neri y en especial a San Francisco de Sales; santos en quienes todo el
mundo admira gran santidad, gran doctrina y suma experiencia, que son los tres
dotes indispensables para formar un consumado maestro en la Iglesia de Dios y
una guía segura del alma.
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