jueves, 16 de agosto de 2012

Cap. XXIV: Obediencia ciega al director

Capítulo XXIV 
Obediencia ciega al director
1. Sino prestas una ciega obediencia a tu director, de poco o nada te aprovecharán para perfeccionar el espíritu, las prácticas piadosas. En las palabras de tu director no debes escuchar los consejos o preceptos de un hombre, sino la voz de Dios. Todo anda seguro con la obediencia, y todo es sospechoso si ella, dice S. Francisco de Sales.

2. No olvides los siguientes documentos del mismo santo: Comer y descansar por obediencia es más agradable a Dios, que las vigilias y ayunos de los anacoretas sin aquella virtud. Comer por obediencia, esto es, por conformarse a la voluntad de Dios, es más meritorio que sufrir la muerte sin tal intención. Quien juzgándose inspirado para seguir otro camino, rehúsa obedecer, es un impostor.

3. Enemigos son de su propio sosiego aquellos que procuran atraer al director a su modo de pensar y de querer. Este es un orgullo tanto más peligroso cuanto menos conocido. El viajero no ha de enseñar el camino a quien le guía ni el enfermo indicar los remedios al médico.

4. Muy al contrario, dice san Francisco de Sales, es menester contentarse con saber del director que se camina bien, sin pedirle la razón.

5. Nota bien la diferencia que hace nuestro Santo entre el director y el confesor: Al director se le manifiesta toda el alma, y al confesor solo aquello que es pecado. Quiere pues el Santo que nada, nada quede en nuestro espíritu sin manifestarlo al director.

6. Con la constante obediencia y filiar confianza, pronta y universal a quien te dirige, conseguirás una maravillosa paz interior: sin la menor fatiga adquirirás muchos tesoros de gracia; y serás tanto más grande a los ojos de Dios cuanto seas más obediente a quien te habla en su nombre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario