Capítulo XXIV
Obediencia ciega
al director
1.
Sino prestas una ciega obediencia a tu director, de poco o nada te aprovecharán
para perfeccionar el espíritu, las prácticas piadosas. En las palabras de tu
director no debes escuchar los consejos o preceptos de un hombre, sino la voz
de Dios. Todo anda seguro con la obediencia, y todo es sospechoso si ella, dice
S. Francisco de Sales.
2.
No olvides los siguientes documentos del mismo santo: Comer y descansar por obediencia es más agradable a Dios, que las
vigilias y ayunos de los anacoretas sin aquella virtud. Comer por obediencia,
esto es, por conformarse a la voluntad de Dios, es más meritorio que sufrir la
muerte sin tal intención. Quien juzgándose inspirado para seguir otro camino,
rehúsa obedecer, es un impostor.
3.
Enemigos son de su propio sosiego aquellos que procuran atraer al director a su
modo de pensar y de querer. Este es un orgullo tanto más peligroso cuanto menos
conocido. El viajero no ha de enseñar el camino a quien le guía ni el enfermo
indicar los remedios al médico.
4.
Muy al contrario, dice san Francisco de Sales, es menester contentarse con
saber del director que se camina bien, sin pedirle la razón.
5.
Nota bien la diferencia que hace nuestro Santo entre el director y el confesor:
Al director se le manifiesta toda el alma, y al confesor solo aquello que es
pecado. Quiere pues el Santo que nada, nada quede en nuestro espíritu sin
manifestarlo al director.
6.
Con la constante obediencia y filiar confianza, pronta y universal a quien te
dirige, conseguirás una maravillosa paz interior: sin la menor fatiga
adquirirás muchos tesoros de gracia; y serás tanto más grande a los ojos de
Dios cuanto seas más obediente a quien te habla en su nombre.
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