jueves, 16 de agosto de 2012

Cap. XXIII: Libertad de espíritu

Capítulo XXIII 
Libertad de espíritu
1. La libertad de espíritu que tanto nos encarecen los santos consiste en la abnegación de las
propias inclinaciones, por buenas que sean, para hacer únicamente la voluntad de Dios, y en obrar con una santa confianza y jovial franqueza

2. Ten presente lo que dice S. Francisco de Sales sobre El particular: El corazón: poseído de esta libertad no sujeta sus afectos a los ejercicios espirituales, de suerte que si la obediencia, la caridad, la enfermedad o la malicia, le impide practicarlos, llegue por esto a desazonarse, porque aún cuando se deban amar mucho, no conviene por esto atarnos a ello.

3. Una alma excesivamente atada a la meditación, al interrumpirla por acaso, la notáis mohina (descontenta) e inquieta; no así las almas que poseen una verdadera libertad de espíritu, las cuales reciben con amable semblante y con sosiego al inoportuno que con su presencia las distrae; porque lo mismo se sirve el Señor en la meditación, que sufriendo al prójimo. En lo uno y en lo otro se cumple con la voluntad de Dios, y en nuestro caso el sufrir al prójimo es más meritorio

4. De esta Santa libertad de espíritu nace una absoluta resignación en todo, y una tranquila
magnanimidad. S. Ignacio de Loyola no titubeó en comer en miércoles Santo, a la simple indicación del facultativo que lo juzgó conveniente por una leve indisposición que le molestaba. Un espíritu escrupuloso e indócil se hubiera hecho rogar tres días, dice san
Francisco de Sales, y después aún se hubiese arreglado a su modo. Dirijo esta advertencia a las almas buenas y tímidas,  y no a aquellas que engañándose á sí mismas, van mendigando indebidas licencias para eludir el precepto

5. La misma libertad de espíritu inspira igualmente al alma una consoladora confianza en Dios sobre los pecados pasados, sobre el estado actual del alma, y sobre nuestra salvación. Nosotros sabemos bien que no hemos merecido sino el infierno; pero sabemos también que Jesucristo ha merecido por nosotros el paraíso; y por lo mismo se haría un notable agravio á su bondad, si no se esperase el perdón de lo pasado, la asistencia para el presente, y la salvación para lo venidero. Debemos esperar más de la misericordia divina, que temer por nuestras culpas y pecados.

6. Aconséjote que evites empeñarte en votos particulares con la lisonjera esperanza de obtener mayores méritos pudiendo alcanzar tal vez lo mismo- por otros medios más asequibles y menos expuestos. El que hace votos semejantes se encontrará a menudo en
peligro de quebrantarlos y por consiguiente de pecar gravemente. Prescindiendo de otros inconvenientes, quien hace votos, suele obrar con excesivo temor, perdiendo así la paz interior tan indispensable para conseguir la perfección.

7. No faltan personas piadosas algo fáciles en aconsejar semejantes votos. Cuando esto te
sucediere, excúsate con humildad, pero al propio tiempo con energía. alegando que no te sientes con la extraordinaria virtud que se requiere para cumplirlos. S. Francisco de Sales reprobó y declaró nulos los votos de Sta. Juana de Chantal, no obstante de que los había hecho aconsejada de un docto y respetable director. A casi todas las personas ligadas con tales votos las he visto por lo común inquietas y en inminente peligro de grandes caídas.

8. No debe inducirte a proferir semejantes votos el ejemplo de algún santo o santa. El aspirar a ciertas prácticas extraordinarias de los santos, no es de ordinario inspiración divina, sino tentación ó temeridad. Dadme el espíritu de S. Bernardo, decía S. Francisco de Sales , y haré entonces lo que hacía S. Bernardo. Imitemos a los santos en sus virtudes y no en sus votos, porque en sus vidas se encuentran muchas cosas más propias para ser admiradas que para imitadas.

9. Tres condiciones se requieren para los votos arbitrarios, especialmente cuando son de difícil cumplimiento: 1º Inspiración extraordinaria para hacerlos. 2º Extraordinaria virtud para poder cumplirlos. 3º Extraordinaria tranquilidad para conservar la paz interior con su práctica.

10. Dice S. Pablo que donde reina el espíritu de Dios, allí existe también la libertad de espíritu. Dos son los medios que pueden procurárnosla: 1º menospreciando las tentaciones que nos combaten; 2º evitando la melancolía.

11. Aquel que no es tentado no recibirá corona. La palma se da solamente al vencedor no puede vencer sino aquel que combate.

12. Para resistir; las mas de las tentaciones, basta emplear un virtuoso desprecio, sin apelar a
sostener un choque abierto, de cuyas resultas pudiéramos quedar o vencidos, o turbados y afligidos en el seno de la victoria.

13. Si te ocurriere alguna tentación pertinaz, especialmente contra la pureza o la religión, prosigue la obra que tengas entre manos, sin contestar ni hacer caso de la sugestión enemiga. Y si en el acto acudieres a alguna jaculatoria , sea esta breve y sin ninguna relación con la tentación. Por ejemplo: Oh Jesús, vuestro amor y nada más: ¡Oh amor mío! ¿cuándo arderá mi corazón en amor vuestro?

14. Al levantarte por la mañana haz una protesta de no querer consentir ni de responder a la tentación, ni al tentador.

15. En las tentaciones sobre materias de fe, te será muy útil decir interiormente: No puedo, ni debo, ni quiero atender. No puedo, porque son cosas relativas a la infinita naturaleza de Dios; no debo, porque el mérito del verdadero creyente consiste en una humilde sumisión; no quiero, para dar a Dios un testimonio de confianza, no queriendo penetrar nada de todo aquello que nos ha enseñado el misterioso, pues dice Jesucristo: Bienaventurados los que no vieron y creyeron.

16. No te confíes de las tentaciones, de otra suerte es perenne el temor del pecado: tentación sentida y no consentida, es mérito y no pecado.

17. Obedece y vivirás tranquilo. Si observares en ti algún temor o inquietud acerca del estado de tu conciencia o de tu salvación, no lo consideres como inspiración sino como una tentación

18. Acuérdate que combatir contra los escrúpulos no es obrar la conciencia; antes al contrario, satisfaces los deberes de esta. Lee detenidamente los capítulos 5 y 4 de la 5ta parte de la Filotea, en donde encontrarás documentos importantísimos acerca de las tentaciones

19. Además de lo dicho hasta aquí, debes huir de la melancolía llamada muy justamente por san Francisco de Sales, invierno rígido que marchita la belleza del alma, debilita y anonada sus potencias. El melancólico es semejante a aquellos enfermos, cuyo estómago no pudiendo digerir ni buenos ni malos alimentos se aflige igualmente del bien y del mal.

20. Huye pues al punto que adviertas algún síntoma que te anuncie la presencia de tan peligroso adversario, buscando distracción hasta ahuyentarle enteramente. Fácil es impedir los primeros saltos; pero cuando el enemigo se ha apoderado de nosotros, el arrojarle es harto difícil.

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