Capítulo XXII
Alegría del
espíritu
1.
No hay peor mal, después del pecado, que la melancolía, según S. Francisco de
Sales.
2.
Muchos hay que para vivir recogidos viven sumidos en la melancolía. ¡Deplorable
ilusión! El recogimiento nace del espíritu y del amor de Dios y la melancolía
del espíritu de tinieblas.
3.
No perdamos de vista un solo instante el célebre principio de S. Francisco de
Sales: que todo pensamiento que nos perturbe, no dimana de Dios, que es rey de
paz, y mora en los corazones pacíficos.
4.
Es necesario apelar a aluna recreación honesta, quedando de lo contrario el
espíritu oprimido y demasiado concentrado, y por consiguiente más dispuesto a
la tristeza. A más de esto, según Sto. Tomás, el huir de toda honesta
recreación puede hacernos culpables. La virtud consiste en el orden, y como
todo exceso se opone al orden, perjudica también a la virtud.
5.
La recreación en nuestra vida ha de ser como la sal en los manjares: excesiva
cantidad de sal los hace amargos; su falta empalagosos.
6.
Así como no todos necesitan igual cantidad de alimento, otro tanto sucede con
la recreación. Regulariza tus diversiones a lo que exija el temple de tu
espíritu, la clase de tus ocupaciones y tu carácter más o menos dispuesto a la
melancolía
7.
Al observar que la melancolía se enseñorea de tu corazón, procura distraerte
con objetos contrarios. Busca la compañía, aunque sea de los de tu casa, en defecto
de otros: lee libros indiferentes o divertidos; paséate, canta apela a
cualquier medio inocente para resistir a cualquier medio inocente para resistir
a tan formidable enemigo. El pensamiento melancólico puede compararse al sonido
de la trompeta enemiga, que reúne a los demonios para combatir.
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