jueves, 16 de agosto de 2012

Cap. XXI: Evitar la precipitación y el afán

Capítulo XXI
 Evitar la precipitación y el afán
1. Debes evitar con mucho cuidado la precipitación y el afán de cuyos extremos era tan enemigo S. Francisco de Sales; pues nos impiden de acordarnos de Dios, y nos disponen a encolerizarnos con mucha facilidad por el menor estorbo que se oponga en nuestras operaciones. Quien sirve a un Dios de paz, debe obrar siempre con tranquilidad.

2. Ocupábase Marta en una cosa muy santa, cual era la de disponer la comida para el Salvador y sin embargo, por su excesiva solicitud la reprendió un día el Señor. No basta obrar el bien, dice nuestro Santo; es preciso además obrarle bien; esto es, con amor sosegado. Si el huso gira con extrema rapidez, el hilo se rompe y cae el huso en el suelo.

3. Harás siempre las obras con bastante prontitud, si las haces bien. Trabajando con desasosiego, ni se trabaja mucho, ni se hace nada bueno.

4. Nunca se vio a S. Francisco de Sales que hiciese cosa alguna atropelladamente. Preguntado sobre el particular, contestó: Me preguntáis como puedo ver atropellarse a los demás, sin atropellarme yo ni incomodarme. ¿Qué puedo deciros? No vine al mundo para traer enredos ¿No los hay ya de sobra, sin que yo los aumente con mis precipitaciones?

5. Más como todos los extremos son viciosos, debe evitarse también una excesiva lentitud. Procura ser sosegadamente laborioso y laboriosamente sosegado.

6. He dicho sosegadamente laborioso para indicar que conviene sustraerse al excesivo cúmulo de negocios que acongojan y angustian al espíritu, fomentando nuestra secreta ambición, más solicita de lo mucho que de lo bueno. Por esto dice con feliz agudeza S. Francisco de Sales: El amor propio es un insigne embrollón dispuesto siempre a abarcar mucho sin perfeccionar luego nada.

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