Capítulo XXI
Evitar la
precipitación y el afán
1.
Debes evitar con mucho cuidado la precipitación y el afán de cuyos extremos era
tan enemigo S. Francisco de Sales; pues nos impiden de acordarnos de Dios, y
nos disponen a encolerizarnos con mucha facilidad por el menor estorbo que se
oponga en nuestras operaciones. Quien sirve a un Dios de paz, debe obrar
siempre con tranquilidad.
2.
Ocupábase Marta en una cosa muy santa, cual era la de disponer la comida para
el Salvador y sin embargo, por su excesiva solicitud la reprendió un día el
Señor. No basta obrar el bien, dice nuestro Santo; es preciso además obrarle
bien; esto es, con amor sosegado. Si el huso gira con extrema rapidez, el hilo
se rompe y cae el huso en el suelo.
3.
Harás siempre las obras con bastante prontitud, si las haces bien. Trabajando
con desasosiego, ni se trabaja mucho, ni se hace nada bueno.
4.
Nunca se vio a S. Francisco de Sales que hiciese cosa alguna atropelladamente.
Preguntado sobre el particular, contestó: Me
preguntáis como puedo ver atropellarse a los demás, sin atropellarme yo ni
incomodarme. ¿Qué puedo deciros? No vine al mundo para traer enredos ¿No los
hay ya de sobra, sin que yo los aumente con mis precipitaciones?
5.
Más como todos los extremos son viciosos, debe evitarse también una excesiva
lentitud. Procura ser sosegadamente laborioso y laboriosamente sosegado.
6.
He dicho sosegadamente laborioso para indicar que conviene sustraerse al
excesivo cúmulo de negocios que acongojan y angustian al espíritu, fomentando
nuestra secreta ambición, más solicita de lo mucho que de lo bueno. Por esto
dice con feliz agudeza S. Francisco de Sales: El amor propio es un insigne embrollón dispuesto siempre a abarcar
mucho sin perfeccionar luego nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario