Capítulo XVIII
Conversaciones
1.
En la conversación debe traslucirse una alma santamente alegre; así pues,
procura mantener un humor constante, cortés y sosegado. Una santa jovialidad
hace agradable la devoción, y a los devotos votos. S. Antonio Abad, con ser
tan austero penitente, tenía siempre un semblante tan risueño, que daba
consuelo el mirarle.
2.
En las conversaciones debemos evitar los dos extremos de mucho hablar y de
mucho callar. Quien
mucho habla, parece inconsiderado y descomedido; quien demasiado calla, da a
entender, o que no gusta de la sociedad en que se halla, o que trata de imponer
con su silencio.
3.
Así como nos reiríamos de aquel que caminando tratase de contar los pasos, así
también se pone
en ridículo aquel que habla como si contase las palabras. Una cortés y
moderada, alegría; deben amenizar nuestras conversaciones.
4.
No te turbes si oyeres hablar mal del prójimo: la falta puede ser bastante
pública y verdadera sin que tú lo sepas. Pero si de cierto te constare la
murmuración, o por ser falso lo que se dice, u oculto lo que se publica ó
exagerada la verdad, expone con decoro lo que basta para justificar el prójimo,
o deja entrever disgusto con un significativo silencio, o dando otro giro a la
conversación, según lo exijan y lo permitan, las circunstancias de las personas
y del lugar.
5.
Advierte, para tranquilizar tu conciencia, que para hacerse cómplice de la
murmuración es preciso aprobarla de algún modo, o aplaudir al murmurador.
6.
No seas de aquellos que por escrúpulo hacen la apología de todo pecador, y vano
de todo pecado. EI mal verdadero debe ser reprendido, y los culpables que pueden
ser nocivos, o con su ejemplo o con sus máximas, deben ser abominados, Gritar
al lobo, dice el Santo, es caridad para con las ovejas.
7.
Es un deber respetar a los hombres; más no sus pasiones. Así pues, si estando
en conversación observares algún discurso, o palabra descompuesta, o irreligiosa,
no envilezcas tu carácter con una baja aprobación tácita o expresa. La
adulación desdice de un hombre de bien, el cual ni ante el más poderoso sabe
aprobar lo que es reprensible. Ni el dictado de hombre merece el que tributa al
vicio los derechos de la verdad y de la razón.
8.
En las conversaciones honestas, que no den de sí mucha materia, en cuanto
cómodamente
pudieres,
y sin afectación amenízalas ora con algún oportuno chiste, ora dirigiendo la
palabra
con
graciosa urbanidad a los circunstantes, preguntándoles alguna cosa o diciendo
todo Io que puede
agradarles honestamente.
S.
Francisco de Sales con a su atractiva y cortés conversación se abrió camino
para ganar a muchos pecadores y herejes y tú con ella ganarás también muchos
elogios a la virtud. Manifiesta siempre mayor deferencia a los eclesiásticos,
por razón de su carácter.
9.
Las disputas, los sarcasmos, la intolerancia y la aspereza emponzoñan
cualquiera conversación. En el trato debemos ser abejas que dan miel, no
avispas que pican y envenenan.
10.
No olvides el sabio consejo que nos dan no solamente los santos, sino hasta los
mismos filósofos, a saber: que en la conversación debemos ser respetuosos con
los superiores, afables con los iguales, y benignos con los inferiores.
11.
No debe aprobarse por lo común, el huir del trato decoroso y conveniente al
estado de cada cual. Dios que es el maestro de la virtud, es también el autor
de la sociedad. Únicamente los viciosos es conveniente que se mantengan
separados de los demás. Las personas de buenas costumbres por el contrario: su
presencia puede ser de mucha utilidad. Por otra parte conviene que el mundo
entienda, que para seguir el Evangelio no es necesario hacerse; invisible; que
aquel que vive para Dios, sabe también vivir con los hombres formados a su
imagen;
que la vida devota no es áspera ni melancólica, sino al contrario, urbana y
suave, y que en ninguna manera se opone s la utilidad temporal, del que vive en
el siglo; que lejos, de impedir la decorosa sociedad, la perfecciona; y que se
puede y Se debe vivir en el mundo sin espíritu mundano.
12.
Si los directores espirituales conviniesen todos en tan importantes documentos,
muchas
almas
piadosas que pasan sus, días en excesivo y melancólico retiro, enteramente
separadas de sus semejantes, servirían de un poderoso y provechoso ejemplo en
la sociedad, y no se hablaría en el mundo tan mal de la virtud y de los que la
practican.
13. Exceptuando las horas. destinadas a una
decorosa y moderada recreación, no estés ocioso un solo instante; pues la ociosidad
es el origen de la murmuración, del fastidio y de otras tentaciones aún más
peligrosas.
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