jueves, 16 de agosto de 2012

Cap. X: Humildad

Capítulo X 
Humildad
1. Muy pocos son los que tienen una idea exacta de la humildad, confundiéndola por lo común con la pusilanimidad y cobardía.

2. Consiste la humildad en atribuir a Dios lo que es de Dios, esto es, todo el bien; y en atribuirá nosotros lo que es nuestro, esto es, todo el mal.

3. Así como sacó Dios todas las cosas de la nada, del mismo modo quiere sacar las. basas de nuestro edificio espiritual del conocimiento de nuestra nada y de nuestra flaqueza. Por esto decía el Doctor Seráfico: Como Dios sea el todo, me contento de ser yo nada.

4. El que es verdaderamente humilde, Si cae en una falta se arrepiente de ella con ingenua
sinceridad, pero sin turbarse; porque no se admira de que sea débil la debilidad; miserable la miseria, y la enfermedad enferma; antes bien da gracias a Dios por no haber caído en faltas mayores. Por esto solía decir con mucho sosiego Sta. Catalina de Génova cuando advertía haber caído en alguna falta: Yerba de mi huerto.

5. Es de tanta importancia este documento, que S. Francisco de Sales se expresa en estos términos: Conviene sobrellevar nuestras imperfecciones, si aspiramos a la perfección : el sufrimiento alimenta la humildad.

6. Algunos para ser humildes no quieren reconocer en sí mismos ningún bien ni habilidad,
cuando el conocimiento de los dones que hemos recibido , en expresión de Sto. Tomás, produce agradecimiento para con el bienhechor. Un jumento o un mulo no dejan de ser animales irracionales aun cuando vayan cargados alguna vez de oro ó de preciosos aromas. El mayor número de gracias recibidas no hace más que aumentar la deuda del que las obtuvo.

7. Naturalmente mas agradan las alabanzas que los vituperios; y en esto no hay pecado alguno, porque es la voz de nuestro inevitable apetito. Bastará atribuirlas alabanzas a quien se deben, que es Dios, cuyos dones son alabados en nosotros, y por los cuales nuestros deberes se aumentan para con El.

8. No hay generosidad comparable con la del alma verdaderamente humilde, pues a proporción de lo que de sí misma desconfía, espera en Dios que le infunde valor, exclamando con S. Pablo: Todo lo puedo en aquel que me conforta. Por esto dice Sto. Tomás, que la humildad cristiana es el principio de la magnanimidad. Aquel que se retrae de las obras buenas a que le llama el Señor, porque son grandes y luminosas, no es humilde, sino pusilánime, y desconfiado. La obediencia es la guía más segura para conocer los divinos llamamientos.

9. A medida que adelantamos en la práctica del bien, tanto más debemos precavernos de la vanidad. Los demás vicios se alimentan del pecado, pero el de la vanidad se alimenta también de la misma virtud. El más sublime entre los ángeles, Lucifer, por la vanidad vino a ser el jefe de los demonios.
La siguiente reflexión de S. Francisco de Sales es la más a propósito para preservarnos de la vanidad: Los males que yo hago son verdaderamente males y me pertenecen; pero el bien que yo obro, ni es perfecto, ni tampoco mío.

10. El humilde nunca debe tratar con desprecio al pecador, pues puede el pecador convertirse y ser grande en el ciclo, y caer el bueno en el abismo y ser esclavo, de Satanás. Judas fue un
grande apóstol, y Pablo gran perseguidor de la Iglesia , y no obstante, ¡qué transformación tan
asombrosa acaeció!

11. Atiende á no confundir la falsa con la verdadera humildad. La humildad verdadera procura
ocultar a los ojos de los demás y aún a los suyos propios, las virtudes que posee. Quien quiere parecer humilde es el más soberbio.

12. Es muy laudable, pues, y tal vez necesario, el manifestar los dones recibidos de Dios y el
bien practicado con el auxilio de su gracia, si así lo exige la gloria de Dios, el bien de la Iglesia, y el provecho de las almas: y a este fin publicó S. Pablo sus revelaciones y las tareas de su apostolado.

13. Acuérdate por fin, de las siguientes sentencias de las Sagradas Escrituras y de los Santos
Padres: De la presunción nace la locura, y de la sabiduría la humildad; aquella es propia de almas viles , esta de almas grandes. El hombre soberbio es esclavo de sus pasiones; el hombre del Evangelio las sujeta. Aquel que sabe ser humilde según el Evangelio , es el más sabio entre todos los filósofos; el más generoso entre los hombres. Ningún soberbio habitará en el paraíso, ningún humilde se abismará en el infierno.

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