Capítulo IX
Presencia de Dios
1.
La presencia de Dios es un medio señalado por el mismo Dios a Abrahán para
llegar a ser perfecto. Debemos, pues, procurar esta santa presencia con
suavidad, sin violentar ni oprimir el espíritu.
2
Sólo en el cielo pensaremos continuamente en Dios, lo cual no es posible en
este mundo. Las ocupaciones,
las necesidades y la imaginación nos distraen de continuo; y es vano empeño
querer ser ángeles o bienaventurados antes de tiempo.
3.
Figúranse algunos que no están a la presencia de Dios porque no piensan en él,
y se equivocan. Si no piensas en Dios, obras por Dios en virtud de haberle
ofrecido de antemano todas tus acciones, y es sin disputa más meritoria la obra
que el pensamiento. Sucede frecuentemente, que cuando el farmacéutico prepara
la medicina para el enfermo no piensa en él, no obstante que por él trabaja y
se afana; siendo este trabajo y afán de mayor utilidad al doliente, que el
pensar en él. Mientras lees estudias, comes, o discurres, no piensas en Dios,
obras por Dios y esto debe bastar para tranquilizarte y para merecer en toda
obra. No nos prescribe S. Pablo que comamos, bebamos, y obremos pensando en
Dios, sino con la intención de glorificar y cumplir la voluntad de Dios, como
lo efectuamos con el ofrecimiento hecho al empezar el día y con otros actos
religiosos.
4.
Recorre frecuentemente a las aspiraciones jaculatorias, de las cuales hemos
hablado tratando de la oración y sean estas de confianza y amor, mas sin
violencia.
5.
No debes turbarte aunque pases notable rato sin acordarte de Dios, o sin
aspirar a él, pues
el
criado haciendo la voluntad de su amo, cumple fielmente con su deber, aunque al
practicarla no haya pensado en su señor. No olvides que es más apreciable la
obra que el pensamiento; y que el pensamiento es para la obra y no la obra para
el pensamiento.
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