martes, 14 de agosto de 2012

Cap. VII: Santificación de las fiestas

Capítulo VII 
Santificación de las fiestas
1. Todos los días deben ser ordenados á la gloria de Dios; no obstante tiene el Señor señalados algunos, en los cuales exige de nosotros un culto especial: tales son los días festivos.

2. Debemos pues santificarlos con más frecuentes obras de caridad, con misas, sacramentos, sermones y lecturas piadosas.

3. No por esto debemos fatigar el cuerpo, ni oprimir el espíritu con excesivas prácticas de devoción, porque aun en las cosas santas es reprensible el exceso: allí termina la virtud donde comienza el exceso. Acuérdate acerca de este particular de cuánto hemos dicho, hablando de la oración.

4. Es de advertir que una visita de atención, un paseo, una recreación honesta, siendo actos que se pueden ordenar a Dios y suponiéndolos a él ordenados, sirven también para santificar las fiestas: otro tanto puede decirse de otros actos necesarios a la vida del hombre, tales como la comida, el descanso y el sueño, que no se oponen a lo que prescribe en los días festivos la santidad del cristiano.

5. Digo esto especialmente para desengaño de aquellos que indiscretamente se afanan para santificar las fiestas, siguiendo mas bien, al parecer, las farisaicas supersticiones del antiguo sábado, que la santa libertad de espíritu que nos ha concedido el Evangelio. Huyamos los extremos , ora de una excesiva disipación, ora de una oración excesivamente prolija.

6. Si las circunstancias de tu estado no te permiten asistir a la explicación de la doctrina cristiana, lee un rato el catecismo todos los días de fiesta, a fin de no olvidar los preceptos de nuestra santa religión.

 7. No te turbes tampoco, si teniendo que viajar en día festivo, o entretenerte en alguna otra precisa ocupación, te ves en la imposibilidad. de practicar cómodamente tus acostumbrados actos de piedad. Recorre a las aspiraciones jaculatorias, las cuales, como tengo dicho, suplen en tales casos la falta de todas las demás oraciones.

8. Advierto, finalmente, que también puede santificarse la fiesta con el acto de oír una, sola misa por aquellas personas que están obligadas a guardar la casa, cuidar de los hijos pequeños y asistir enfermos, porque se ocupan en obras dictadas de la justicia y de la caridad. En tales casos dichas ocupaciones, buenas y santas por sí mismas, y santificadas , como se supone, por la pureza de intención, por las jaculatorias, etc., equivalen y aún superan a muchos actos exteriores de religión. No habló de los enfermos, cuya paciencia meritoria santifica todos los días.

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