Capítulo VI
Comunión
1.
El medio más eficaz para unirse con Dios es la frecuente comunión. El que come mi carne, dice Jesucristo, vive
en mí, y yo en él. (Ev. s. Sn. Juan 6. 56)
2.
Es este Sacramento, según expresión de
S. Bernardo, clamor de los amores. Desea pues participará menudo de él, para
lograr inflamarte de este divino amor.
3
Aconseja S. Francisco de Sales la frecuente comunión a dos clases de personas: a los perfectos para acercarse al origen de
toda perfección, y a los imperfectos para conseguir la perfección: a los
fuertes para no debilitarse, y a los débiles para fortalecerse: a los sanos
para no enfermar, y a los enfermos para curar. Me alegarás que siendo tú débil
y enferma criatura , no eres digna de
comulgar a menudo; mas yo digo que por eso mismo debes acercarte frecuentemente
a la sagrada mesa, para unirte estrechamente con aquel que por ser el origen de
toda perfección, es el único capaz de fortalecerte y curarte.
4.
La víspera del día en que comulgues, emplea un rato en meditar fervorosamente
el favor inexplicable que te dispensa el Señor, excitándote a desear vivamente
y con amorosa confianza la santificación de tu alma.
5.
No creas que comulgas inútilmente , aun cuando te parezca que no adelantas en
el camino
de
la virtud. Prescindiendo de los otros efectos, es sumamente útil la comunión a
lo menos para mantenerte en estado de gracia. cada día comemos, y no por ello
se aumentan diariamente nuestras fuerzas: si tal sucediese, vendríamos a parar
en otros tantos Sansones, y
¿Será
por esto inútil la comida? no por cierto, pues si no nos aumenta fuerzas,
conserva a lo menos las que tenemos lo mismo puede decirse de la comida
espiritual.
6.
No creas, tampoco, abusar del Sacramento, recibiendo la Eucaristía sin
disposición, con indiferencia é insensibilidad; porque pruebas son esas con que
Dios quiere proporcionarte ocasiones de acrecentar tus merecimientos. Vienen
aquí muy al caso las máximas que he indicado al hablar de la sequedad de
espíritu en la oración. Desea obtener el fervor y las disposiciones de los
Santos, y no olvides lo que he sentado arriba, fundado en la autoridad de san
Gregorio Magno : Que los buenos deseos obtienen de Dios igual premio que las
buenas obras.
7,
Si te retraes de la frecuente comunión por juzgarte indigno, ya puedes
renunciar a comulgar
en
todos los días de tu vida, porque nunca serás bastante digno, pues solo Dios lo
es de recibirá Dios.
Tampoco deberías entrar en la Iglesia ni hacer oración, porque no es digno el
hombre miserable de entrar en la morada de Dios, ni de hablar con Dios, como se
practica en la oración.
8.
No debemos atender a nuestra miseria, sino a la divina misericordia. Los
convidados a la cena mística, emblema de la Eucaristía, no fueron los nobles y
ricos, sino los ciegos y cojos, que nos simbolizan a nosotros miserables. El
que se presenta con el vestido nupcial, símbolo de la gracia santificante, no
es excluido de este banquete.
9.
Aquel que se acerca a la comunión con el mérito de la obediencia, lleva una de
las disposiciones más agradables a Dios. Cuando la obediencia te manda
comulgar, hazlo con amor: cuando te lo negare, abstente con humildad
10.
Si no pudieses comulgar sin ocasionar molestia a tus superiores, o sin faltar a
otros deberes, bien sean de justicia, caridad o de humilde obediencia,
conténtate, dice nuestro santo, comulgando espiritualmente; y no dudes que esta
mortificación espiritual será muy agradable a Dios. Los anacoretas del desierto
se santificaron, no con frecuentes comuniones, sino correspondiendo al fin de
su vocación. S. Pablo primer ermitaño, vivió más de un siglo, y sólo comulgo
dos veces: esto no obstante ¡cuán grande fue a los ojos de Dios! De aquí
nuestro Santo nos da este admirable documento: A proporción de tos impedimentos que se opongan al bien que deseáis
hacer, redoblad con fervor el bien que no desearle, lo cual os será mucho más
útil. S. Juan Bautista estaba más unido con el afecto a Jesús que lo
estaban los Apóstoles; esto
no obstante no va a acompañarse con él personalmente, porque su vocación no se
lo permite; y este acto de mortificación excede a todos los que han practicado
los santos.
11.
Las tentaciones que te combaten, no deben alejarte de la comunión: esto sería
ceder la
batalla
ganada al enemigo. Cuanto más fuertes son los ataques, tanto más necesitamos de
valor y de armas. Robustece pues tu espíritu acercándote con franqueza al pan
de los fuertes, y obtendrás la victoria.
12.
Guárdate muy bien de frecuentar la comunión para imitar a otros, pues según
expresión de S. Francisco de Sales, esta es una imitación vana y envidiosa ,
harto común entre mujeres. El amor a Jesucristo es el único que debe inducirnos
a recibir su cuerpo adorable, ya que únicamente por el amor que nos tiene, Se
digna venir a nosotros.
13.
No a todos conviene la misma frecuencia de comuniones: porque si a todos debe
dirigirnos un
mismo fin, esto es, el de unirnos con Dios, no debemos todos apelar a Ios
mismos medios. La prudente obediencia debe señalar a cada uno lo que le
conviene.
14.
Una sola comunión santamente recibida,
es suficiente para santificarnos. Procura pues santificar aquellas comuniones
que te concede la obediencia, sin quejarte de las que te sean negadas.
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