martes, 14 de agosto de 2012

Cap. II:Sobre las Tentaciones

Capítulo II 
Sobre las tentaciones
1. Si Somos tentados señal es de que Dios nos ama, dice el Espíritu Santo. Los mas amados de Dios han sido también los más tentados. Dijo el ángel a Tobías: Por cuanto fuiste acepto á Dios fue necesario que te probase la tentación (Tob. 12. 13)

2 No pidas al Señor que te libre de la tentación; pídele sí su gracia para vencerla y para obrar
según su divina voluntad. Aquel que rehúsa el combate, rehúsa también la corona. Deposita en Dios tu confianza, y Dios peleará en ti, contigo y por ti.

3. Las tentaciones vienen del demonio y del infierno , dice San Francisco de Sales; mas la aflicción que causan viene de Dios y del Paraíso. Las madres son de Babilonia. pero las hijas de Jerusalén; Desprecia pues la tentación y abraza la amargura con que Dios quiere purificar tu alma, para darte luego el lauro.

4. Deja que sople el viento, y no creas que el susurro de las hojas sea el estrepito de las armas. Es indudable que un padre infinitamente amoroso, cual es Dios, no permite que sus hijos sean tentados, sino para su mayor mérito y corona.

5. Cuanto más tiempo durare la tentación, tanto más evidente es que no se ha consentido. Muy a propósito dice S. Francisco de Sales: Cuando el demonio insiste en llamar a las puertas de vuestro corazón, señal es de que aun no ha entrado. El enemigo no hace estrépito de armas, ni asedia la plaza que tiene ya conquistada. Si el combate prosigue; es prueba cierta que continúa también la resistencia.

6. Temes haber sido vencido cuando eres vencedor. Y nace este temor de confundir el sentimiento con el consentimiento, la imaginación con la voluntad, el conocer la tentación con el asentimiento a ella. la imaginación ordinariamente no depende de nuestra voluntad. Estaba S. Jerónimo en el desierto, y no obstante su resistencia, su fantasía le representaba las matronas romanas bailando: tenia frio el cuerpo por la penitencia, y molestábale sin embargo el fuego de la concupiscencia. Padecía el Santo en tan terribles combates, mas no pecaba; era afligido; pero no culpable; antes al contrario, eran tanto mayores sus méritos cuanto lo eran sus padecimientos.

7. Decía a propósito S. Antonio Abad: Veo, pero no miro. Veo porque la fantasía representa a
veces lo que no se quiere; pero no miro porque la voluntad no lo acepta, ni se complace en ello. El pecado, dice S. Agustín, es tan voluntario, que sin la voluntad no puede haber pecado (De vera religione, cap. 14, t. s.)

8. El deleite de los sentidos y la viveza de la imaginación, son a veces tan vehementes que al parecer arrastran; el asentimiento de la voluntad; mas no es así: la voluntad sufre, pero no consiente; es combatida, pero no vencida.
Esta es la ley de la concupiscencia de que trata S. Pablo, que es opuesta a la del espíritu: produce sensaciones que no se quieren, y no por esto se quiere lo que se siente.

9. Frecuentemente te deja Dios en la duda de si, has o no consentido en la tentación a fin
de que no te separes de lo que te prescribe la obediencia. Así pues, cuando el director te dice
que no has consentido, debes creerle ciegamente y tranquilizarte, sin que te quede el menor escrúpulo de que no te ha comprendido o de que no te has bien explicado. Tales escrúpulos o temores son ardides del demonio para quitar el mérito de la obediencia, pues, como se ha dicho, si se atendiese a semejantes temores se eludiría todo acto de obediencia y no se miraría a Dios en la persona del director.

10. Tres cosas Se requieren para cometer un pecado mortal.
1º Materia grave;  2º plena advertencia del entendimiento; 3º plena deliberación de la voluntad respecto, a la mala acción, omisión o causas. Sirvan estas reflexiones para tranquilizar tu espíritu, cuando temas haber pecado; porque en un alma que teme á Dios, con dificultad se reúnen dichas condiciones. Pero la tranquilidad más estable es la que viene de la obediencia.

11. En las tentaciones contra la fe y la castidad no te detengas en hacer actos directamente contrarios; eleva tu corazón a Dios, Sin hablar de la tentación ni aún con Dios mismo , Afín de no apreciar ni siquiera la idea de ella; ocúpate en actos exteriores, y prosigue haciendo lo que tengas entre manos sin turbarle ni contestar, al enemigo, como si no existiese la tentación. Así conservarás la paz del corazón y se retirara confundido el demonio.

12. Aún cuando las tentaciones durasen por toda la vida, no hay que turbarse ni desalentarse:
la corona será a la par de los méritos; procura solamente mantenerte firme en despreciar las tentaciones y al tentador.

13. En sentir de los mas doctos teólogos ya directores espirituales, el despreciar la tentación es un acto contrario de obra mucho más eficaz que el de palabra. Léanse detenidamente los. capítulos y de la parte IV de la Filotea, y se hallará en ellos mucha luz y gran consuelo.

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