martes, 14 de agosto de 2012

Cap. I: Obediencia


Capítulo I
Obediencia
La obediencia, que, en sentir de los Padres, debe ser la directora de toda práctica virtuosa, debe inculcarse al principio de cada documento, teniéndose presente lo que sigue:

1. Quien obedece al sacerdote del Señor, no obedece a un hombre, sino al mismo Dios., que dice: Quien a vosotros oye, a mí me oye. (Ev. s. San Lucas 10. 16)

2. No se ha condenado ni un solo obediente: ningún desobediente se ha salvado. S. Felipe Neri.

3. Dice S. Bernardo que quien sigue sus propias luces y temores contra los consejos de la obediencia, no tiene necesidad de demonio que le tiente, porque este se sirve a sí mismo de demonio.

4. No se ha de temer que el prudente director se engañe, o que deje de conocernos, o que no nos hayamos explicado lo bastante: con temores semejantes quedaría ilusoria o suspendida toda obediencia. Si tu director, oh alma cristiana , no te hubiese conocido o entendido suficientemente, o no quedase satisfecho de tus explicaciones, te hubiera preguntado mas. De otra parte, Dios ha prometido su asistencia y sus luces al que hace sus veces en la dirección de las almas, y basta saber esto para obedecer breve y sencillamente como lo manda la Sagrada Escritura.

5. Dios aunque no nos manifiesta a nosotros mismos el estado de nuestra alma, ya ilumina al que debe guiarnos en su lugar. Bástenos pues saber por nuestro director que caminamos bien, y que está en nosotros la gracia y la misericordia de Jesucristo. En todo debemos obedecer, pero infinitamente más en este punto, por manera que, según S. Juan de la Cruz: El no aquietarse con lo que dice el confesor, es señal de soberbia y de falta de fe.

6. El alma debe obedecer: luego debe desechar también los infundados temores de pecar en la ejecución de cuanto se le ha prescrito , y por lo mismo debe obrar con santa libertad. Os parecerá, dice S. Buenaventura , que obráis contra; la conciencia precisamente cuando obráis conforme a la obediencia: os parecerá que pecáis y cabalmente será: entonces cuando granjearéis grandes méritos.

7. No basta practicar la obediencia con actos exteriores: es necesario practicarla también con la voluntad y con el entendimiento, queriendo lo que la obediencia quiere, y creyendo lo que ella manda creer. En la absoluta abnegación de la voluntad y del entendimiento consiste el mérito de la santa obediencia.

8. La obediencia debe ser sencilla, pronta franca y universal.
1º Sencilla, porque no debes examinar ni discurrir, sino decir: debo obedecer. 2º Pronta, porque obedeces al mismo Dios. 3º Franca, porque no puede errar quien obedece a Dios. 4º Universal, porque la obediencia Se extiende a todo cuanto no es pecado.

9. Debe procurarse que el confesor y director depositario de la conciencia, sea cual debe ser, esto es, lleno de caridad, hombre de bien, docto y prudente. Acerca de este punto será muy útil leer la Introducción a la vida devota de S. Francisco de Sales, pág. 1, cap. 4. 

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